Se sentó en la mesa.Sobre la tarima.Desde allí nos divisaba con aire intelectual.Pero no por que fingiera.El lo parecía.
Llevaba siempre un aspecto desaliñado y triste.Algo melancólico.
Su voz era tenue y sabia.Sabiendo lo que decía.
Empezó a hablarnos del tema, se le veía contento ese día.Y cuando la clase iba a terminar...sacó de su maletín marrón , propio de profesor de filosofía, un puñado de nueces.Las lanzó al aire.La algarabía fue instantánea.Alzamos los brazos para cogerlas , mientras él, sin apenas gestos de alegría, se marchó hasta después de Navidad.Se despidió impasible ante la escena, como despistado.
Virgili, eras único.
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